Guns & something more

Mi día había comenzado mucho más temprano de lo que esperaba. Para ser más exactos, a las 4:40am.

Aprovechando el tiempo de más antes de la hora en la que había planeado levantarme, hice un poco de ejercicios matutinos, arreglé un poco mi propio cuarto y cociné desayuno y almuerzo para el día en curso. Para ser una casa increíblemente grande solo estaba habitada por mí y la innumerable cantidad de armas guardadas por todos los lugares imaginables. El edificio estaba situado a las afueras de la ciudad, en un solar lo suficientemente grande como para permitir un campo de tiro que soportara desde disparos pequeños y rifles de francotirador, hasta cañones e incluso lanza cohetes. Todo esto lo acompañaba cada noche que el decidía quedarse allí en lugar del mucho más pequeño apartamento cerca del instituto.

Las armas eran, si así podría decirse, su primer y constante amor, y era por esto que ahora esperaba visita, esperaba la llegada de una joven mucho mayor que él, quizá 8 o 9 años, a la que también parecían encantarle las armas de fuego y, porque no, también las blancas. El tiempo pasó relativamente rápido, eran ya las 7:55am, 5 minutos para la llegada de la hora acordada por la mujer.

Como todos los días, mi día comenzó a la 5:30 am. Me levante e hice mis ejercicios, no todos, tenía una cita a las 8 am y calcule que me tomaría media hora en la moto. A las 6:45 deje los ejercicios y me fui a bañar, me tome mi tiempo y cuando salí del baño ya era casi la hora de ir a ver esa preciada colección de armas. Me cambie como siempre lo hacía, una chaqueta de cuero, con la minifalda y una camisa encima. Tome la mochila que tenía preparada de la noche anterior y me dispuse a salir.

Estaba cerrando la puerta con llave cuando recordé que olvidaba algo; volví a entrar y fui a la mesita de luz abriendo el cajón y sacando las chapas identificadoras de mi marido, me las coloque y le di un beso a su foto saliendo luego de la habitación y cerrándola. Camine por los pasillos hasta el estacionamiento y me subí a la moto que me habían traído el día anterior.

Hola preciosa, te extrañe. – Le dije a la moto mientras me ponía el casco. La moto una Yamaha 1000 rugió al encenderse, sonreí y me puse en camino a la dirección que me había dado; al parecer estaba fuera de la ciudad, así que supuse que tenía más que espacio de sobra para probar las armas. Llegue como había calculado 2 minutos antes de las 8 am, pare frente al portón de entrada y toque el timbre.

Espere a que me contestaran; mientras tanto me arreglaba la ropa y me miraba al espejo de la moto. No sabía porque, solo venía a ver una colección de armas. El portón se abrió y avance hacia la entrada del edificio mirando cuán grande era el lugar. Al llegar estacione en un lugar donde no molestara la moto y me saque el casco bajándome de la moto. Comencé a caminar hacia la escalinata de entrada con la mochila al hombro.

Quizá tres minutos más de espera y el timbre del portón de entrada sonó, una tenue sonrisa de gusto se dibujó en mi rostro y me dirigí hasta el panel de control, presioné el botón pertinente para que la grande puerta de reja negra se abriera y le permitiera el paso a ella, agité un poco la cabeza y me encaminé a la puerta principal.

De una mesita, en el camino, tomé ese muy amado revolver que siempre cargaba conmigo, el Manurhin MR73, y comencé a juguetear con su martillo para luego gatillearlo, abrí la puerta y allí estaba ella, caminando hacia mí, o hacia la casa, para ser más exactos. Ella, a mi parecer, se veía tan sensual como podía llegar a verse con esas ropas, la chaqueta de cuero se abría un poco para dejar ver la camisa que bordeaba a la perfección la figura de su cuerpo y esa minifalda que me hacía perder la vista en sus muslos, aun más en sus gluteos. Rubia y de ojos verdes, un increíble espectáculo de belleza.

-Estas tan hermosa como te recuerdo- le susurré al oído justo cuando estuvo a un lado de mí, entonces con un ademán de mano la invité a adentrarse en el gran edificio.

La mirada seria que la rubia me dedicó no fue nada en absoluto, era claramente opacada por el rubor en sus mejillas, luego, con un reproche hizo que una risa saliera de mi boca, me mantuve mirando a sus ojos por unos segundos y dejé que ella pasara su vista por el interior de la casa, o, al menos, lo que se podía ver de ella con la puerta abierta.

-Siento si te molesta, pero es que tu cuerpo es algo que se debe admirar- respondí suavemente hasta que obtuve otro reproche por no invitarla a entrar en el edificio, solo pude asentir y tomar sutilmente la mano de la chica guiándola para adentro.

-Bienvenida a mi casa- Comenté extendiendo el brazo izquierdo, indicándole que podía mirar y aventurarse todo lo que quisiera por cada rincón del enorme lugar.